viernes, 27 de abril de 2012
I'm here. Parte dos.
Nos dejan a cada uno en nuestra casa y los nervios se apoderan de mí.
No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento y no quiero entrar, no quiero pasar otra noche en vela pensando cómo ocultar lo que siento.
- ¿Qué hago de cenar? - pregunto.
- Eh...lo siento, pero he quedado con Eleanor. La voy a llevar al nuevo restaurante que han abierto en el centro, ¿sabes cuál es?
Asiento rápidamente y entro en la cocina fingiendo que busco algo en el frigorífico.
Claro que sé cuál es, dicen que se va a convertir en el más famoso de la ciudad porque es enorme y bien caro.
- Si quieres puedes venir.
- No voy a ir a sujetar velas, pero gracias. - intento sonar lo más amable posible - Además, ni que fuera la primera vez que salís y me quedo aquí solo.
- Tienes razón, voy a ducharme.
Se va un poco más animado y cierro el frigo apoyando mi cabeza contra él.
Cada día tengo más claro que soy un estúpido. Necesito un cambio, necesito mudarme, alejarme de Louis por un tiempo.
Me hago la cena entre pensamientos cuando lo escucho gritar desde el baño:
- ¡Harry! ¡Hazz! - exclama bien alto - ¿Puedes venir?
- ¡Ya voy!
Sí, se puede considerar que soy un perrito faldero y que hago cada cosa que me pide, pero no puedo evitarlo. Es como si una fuerza sobrenatural me obligara a darle lo que necesita, como si tuviera que ayudarlo por encima de todo.
- ¿Qué? - pregunto detrás de la puerta.
- ¿Puedes traerme una toalla? Se me ha olvidado.
- Claro.
Voy a su habitación, cojo la primera toalla que encuentro en el armario y me preparo mentalmente para entrar.
Nos hemos visto más de una vez desnudos, pero desde que me dí cuenta de que sentía cosas por él, intento evitar situaciones incómodas como esta.
- Aquí tienes. - entro con los ojos cerrados.
- Por dios, ricitos, abre los ojos, que no vas a encontrar nada nuevo.
Hago lo que me dice y veo cómo se anuda la toalla a la cintura.
Recorro su torso desnudo con mi mirada: miles de gotitas de agua lo recorren lentamente haciendo que mi corazón lata con fuerza.
Noto que me he quedado embobado y levanto mi cabeza para chocarme con sus ojos, su pelo chorreando y una pequeña sonrisa.
- Bueno...me-me-me voy. - carraspeo.
Estoy a punto de salir cuando Louis me coge del brazo, me gira y nos fundimos en un intenso abrazo. No entiendo por qué lo está haciendo, pero lo necesitaba. Necesitaba saber que está ahí, pase lo que pase, para siempre.
- Hazza, no olvides nunca que eres muy importante para mí, ¿vale?
- No lo haré, ¿por qué lo dices? - pregunto separándome.
- Es solo que...todo este asunto del bromance me pone nervioso. No quiero que nos obliguen a romper la amistad tan fuerte que tenemos.
- No te preocupes, no pasará. - respondo - Siempre serás mi zanahorio.
Ambos reímos y esta vez sí que salgo del baño dejando que se prepare.
Las ideas de mudarme que habían cruzado anteriormente mi cabeza se van; qué más da si estoy o no enamorado de Louis, somos amigos y eso no puede cambiar.
Me siento en el sofá mirando a la nada y en diez minutos tengo al castaño en frente de mí esperando que apruebe su vestimenta. Está perfecto, como siempre, y hay un detalle que me hace sonreír: lleva mi chaleco blanco.
- ¿Sabes que es mío? Empiezo a dudarlo.
- Claro que lo sé, idiota. Por eso me lo pongo.
Me sonrojo sin poder evitarlo y tras un "nos vemos luego", lo observo salir por la puerta.
Ahora tengo dos opciones: quedarme en casa deprimido o salir a emborracharme solo; y creo que voy a optar por la segunda.
*********
He perdido la cuenta de cuántos chupitos me he bebido desde que llegué a este bar, pero la verdad es que no me importa nada. Todavía quedan muchos, beberé hasta que me olvide de todo, hasta que Louis no exista en mi mente.
Por suerte soy algo inteligente y he escogido un bar que a pesar de encontrarse en pleno centro, está un poco escondido. Nadie parece conocerme aquí, y eso es exactamente lo que necesito. Volver a ser Harry, el que trabajaba para sacarse algo de dinero y podía hacer lo que quisiera cuando quisiera.
Sigo bebiendo cuando me parece escuchar su voz bastante cerca, estoy obsesionado joder.
Está confirmado: voy a necesitar todo el alcohol del mundo para olvidarlo.
- ¿Hazza? - vuelvo a escucharlo - Dios mío, estás como una cuba...
- ¿Lou? ¿Eres tú?
- Sí, soy yo...¿qué haces aquí y en estas condiciones?
- Divertirme. ¿Qué haces tú que no estás con Eleanor?
Su cara cambia repentinamente y frunce el ceño.
Se encoge de hombros, toma asiento a mi lado y pide una copa. Al parecer se une a la fiesta.
- Nos hemos peleado.
- ¿Por qué?
- Le he dicho que no estoy seguro de lo nuestro. - explica - Y se ha vuelto literalmente loca. Ha empezado a decirme cosas como que debería de sentirme afortunado por estar con alguien como ella, una modelo.
- ¿De-de verdad? - asiente - No conocía esa faceta de El...
- Yo tampoco.
Bebe rápidamente otra copa y agacha la cabeza.
Puede que el alcohol esté actuando en mi nombre, pero me levanto del taburete y le doy un fuerte abrazo. Permanecemos así al menos un minuto, pero no quiero soltarme, quiero estar así toda la noche.
- Lou, eres increíble. - susurro en su oído - No le eches cuenta.
- Oh vamos, estás borracho Harry, no sabes lo que dices.
- Lo sé perfectamente, mírate. - me separo quedándome a escasos centímetros - Tus ojos como el cielo, tus mejillas, tu pequeña nariz, esa sonrisa...
Voy acariciando cada parte conforme la voy nombrando.
Louis cierra sus ojos y sonríe tímidamente, el color de sus mejillas se torna rosa y eso hace que yo también sonría.
- Eleanor es tonta por no saber apreciarte. - sigo susurrando - Mucha gente desearía tener a alguien como tú a su lado.
- Enserio, para ya. Mañana no te vas a acordar de nada y empiezo a sentirme idiota.
- Por muy borracho que esté, mañana seguiré pensando lo mismo. Mañana y todos los días, porque te quiero.
No debería de haberlo dicho, pero me he quitado un gran peso de encima.
Mi confesión hace que abra los ojos y nos quedamos en silencio; azul contra verde; nuestras agitadas respiraciones como banda sonora del momento.
- ¿Por qué? - pregunta de repente - ¿Por qué haces esto?
- ¿El qué? Solo he dicho lo que siento. Y no quiero que afecte a nuestra amistad, pero supongo que el alcohol me hace hablar más de la cuenta y...
Me veo interrumpido por sus labios. Porque sí, me está besando. Louis Tomlinson está besando a Harry Styles, y no son imaginaciones mías.
Al principio me quedo paralizado, sin mover ni un músculo, pero él sigue presionando sus labios contra los míos en busca de una respuesta. Respuesta que no tarda en llegar.
Subo mis manos posicionando una de ellas en su mejilla y la otra en su espalda, acercándolo más a mí. Él no tarda en rodearme el cuello con sus brazos y enredar su mano derecha entre mis rizos.
- ¿Qué acabamos de hacer? - nos separamos en busca de aire - ¿Sabes que podrían estar viéndonos?
- Harry, cállate y bésame de nuevo.
Asiento sonriente y volvemos a una lucha que se hace cada vez más intensa.
Esta vez nuestras lenguas comienzan una batalla que no tiene perdedor. Cada vez estamos más pegados (cosa que parecía no ser posible) y puedo notar cómo mi sangre bombea con fuerza.
- Vamos a casa. - suplica, pero no respondo - No me mires así, no dudes. Soy consciente de lo que estamos haciendo, estoy sobrio.
- Pero...
- Joder, te quiero, ¿vale? No es tan difícil de comprender...
Vuelvo a besarlo, pagamos y nos vamos a casa con prisa.
A mitad del camino Louis me coge de la mano con fuerza entrelazando nuestros dedos. Lo miro extrañado; no es que me moleste ni nada por el estilo, pero no me puedo creer que esté haciendo todo esto.
- Te quiero. - repite - Necesito que lo recuerdes.
- Lo recordaré mañana cuando las noticias salgan y Will nos mate.
- ¿Y a quién le importa? El amor es libre Hazza, el amor es libre.
I'm here. Parte uno.
Aquí os dejo un Larry Stylinson. Consta de dos partes (la segunda la subo ahora, sobre la marcha) y nada, es una caca pero jo, es el primero. Se agradecen los comentarios. <3
Han pasado dos años y todavía no me acostumbro a la fama.
Cuando se produce un cambio tan brusco en tu vida no sabes cómo reaccionar, el tiempo pasa tan rápido que ni si quiera eres consciente de lo que hay a tu alrededor.
Dos años atrás, a esta misma hora, yo estaría tirado en el sofá de mi casa, en Holmes Chapel. En cambio, en este momento estoy en el estudio con los chicos eligiendo las canciones para el nuevo disco. ¿No parece una locura? Lo es. Nuestras vidas han cambiado tanto desde que nos presentamos a x-factor...
- ¡Harry, concéntrate! - me sacan de mi ensimismamiento - ¿Te parece bien que metamos Torn? A las fans les gustó mucho y bien grabada va a ser genial.
- Claro, es perfecta.
Todos asienten y Liam añade la canción a una larga lista. Nos gustan demasiadas y elegir solo doce nos va a costar una vida, por lo que supongo que me quedan varias horas aquí metido.
No es que no me guste mi trabajo, al revés, lo adoro, pero como todo el mundo, tengo días en los que no me apetece ni mirarme la cara. Este es uno de ellos.
Seguimos debatiendo sobre cuáles son las más adecuadas y pueden tener más éxito cuando vemos a nuestro mánager entrar con un montón de papeles entre las manos. Cinco pares de ojos se clavan en él y resopla antes de contarnos qué pasa.
- Chicos, tenemos que hablar. - odio ese tono - ¿Nos sentamos?
Will es un buen tío, siempre organiza las cosas a la perfección y busca lo mejor para los chicos y para mí. El problema es que nos controla, nos controla demasiado.
Entiendo que al estar en una boyband tan famosa, tenemos una serie de actividades prohibidas (emborracharnos, liarla por la calle, besar a quien nos apetezca y un largo etc), pero hay muchas otras a las que él da demasiada importancia.
- ¿Qué pasa esta vez? - pregunta Niall.
- No hemos salido estos días.
- Ya sé que no habéis salido Zayn...ese no es el dilema. - responde - Es lo mismo de siempre.
Nada más escuchar esa frase Louis y yo nos miramos cómplices, empezando a entender por dónde van los tiros. Somos el problema principal para Will, hagamos lo que hagamos siempre va a estar mal.
- ¿Qué pasa? ¡Harry y yo nos hemos sentado lo más lejos posible en las entrevistas!
- Pero después en los conciertos os acercáis más de la cuenta.
Lo miramos sin entender nada y nos tiende uno de los papeles que cargaba antes: es una foto. Una foto en la que Louis y yo nos estamos dando la mano en el escenario. Si no recuerdo mal, es del concierto que hicimos dos noches atrás.
- Vale, nos estamos dando la mano. ¿No tienes foto del abrazo que se dieron Niall y Zayn? - Louis se está poniendo nervioso - ¿O con ellos no pasa nada?
- Es distinto y lo sabes.
- No, no lo sé. Me da coraje que nos eches la bronca por todo lo que hacemos cuando ellos también lo hacen. - dice - ¡Y lo hacen porque es normal! Will, los cinco somos como hermanos, que nos demos la mano no es extraño, ¿sabes?
- Pero las fans especulan, se vuelven locas, montan películas en las que Harry y tú sois una feliz pareja. ¿Eso también es normal?
Por más que quiero hablar, mi garganta está totalmente seca.
Tampoco sé qué decir...es cierto que a veces somos muy cariñosos, pero para mí son mis hermanos y no es nada fuera de lo común. Y en cuanto a Louis...es caso aparte.
- ¿Qué más da que piensen que estamos juntos? - lo miramos sorprendidos - Parecéis nuevos en esto, se llama bromance y existe en todas las bandas.
- Louis, te vuelvo a repetir que no es lo mismo. Una cosa es el cachondeo entre dos componentes, otra la complicidad que se ve entre vosotros.
- ¿Ahora tengo que llevarme mal con mi mejor amigo? Wow.
- Te estás alterando por una tontería...
- No es una tontería. - le interrumpe - Estoy harto de que me prohíbas acercarme a Harry. Somos amigos y los amigos se abrazan, se miran cómplices y otras muchas cosas, ¿entiendes?
No da tiempo a que nadie conteste, Louis sale bastante enfadado y pega un portazo que nos deja a todos en silencio.
Sé que debería opinar y decir que pienso lo mismo, pero en parte siento que si lo dijera, estaría mintiendo. Está muy claro que Will se pasa, pero por otro lado comprendo que podemos parecer "algo más"; supongo que mi mirada me delata.
- Tenéis que hablar con él y convencerlo...
- ¿De? - me atrevo a responder - Quiero decir, ¿qué quieres que hagamos?
- ¿Qué tal si en el programa de esta tarde decís algo?
- Algo como...
- Como lo absurdo que es que piensen que estáis en una relación.
Trago saliva y asiento como si no me importara, pero lo cierto es que esa afirmación me ha sentado como una puñalada. ¿De verdad sería tan absurdo? ¿Qué pasaría si él sintiera lo mismo que yo, nunca podríamos estar juntos?
********
Han pasado dos horas en las que Zayn, Niall, Liam y yo no hemos hecho más que tratar que Louis entrara en razón.
Ahora, a escasos minutos de que empiece la entrevista, está totalmente concienciado de lo que debe y no debe decir.
- Sigo pensando que es una chorrada. - me dice.
- Es por el bien del grupo.
- Si te dijeran que me mandaras a la mierda por el bien del grupo, ¿lo harías?
- Lou, no van a hacer eso.
- ¿Y si lo hicieran?
Nos avisan de que debemos prepararnos ya, que nos van a presentar y tenemos que preparar unas bonitas sonrisas para el enorme público que nos espera.
No me da tiempo a contestar, pero la mirada fría y vacía que tenía mi amigo cuando me ha preguntado eso, hace que mi corazón se rompa. ¿Lo haría, sería capaz?
El presentador grita nuestro nombre y entramos en el plató como los cinco chicos más famosos y felices del momento. Qué gran mentira.
Sin poder evitarlo, me siento al lado de Louis y la entrevista comienza.
Nos preguntan lo de siempre: qué tal el tour, si estamos a gusto con el apoyo de los fans, la fecha del nuevo disco...y por último, como siempre, la pregunta del millón; las novias.
- Liam, tú estás con una bailarina y Louis con una modelo, ¿no es así?
- Sí, Danielle y yo llevamos un tiempo juntos y nos va de maravilla. - continúa al ver que Louis no contesta - Y Louis tiene a Eleanor desde hace unos meses también.
- Y vosotros tres estáis solteros...chicas, ya sabéis lo que hay que hacer.
El público se revoluciona y no puedo evitar sonreír.
Sonrío al ser consciente de la cantidad de chicas preciosas que darían la vida por estar conmigo, Harry Styles. Un chico normal que solo quiere a una persona, a la única que no puede tener.
- Id a por Harry, es un gran chico. - habla Louis - ¡Y sabe cocinar!
- Señoras y señores, Larry Stylinson. - todos ríen - ¿Cómo lleváis los bromances? Parece divertido.
- La verdad es...que nuestros fans están totalmente seguros de que estamos juntos. Juntos de verdad.
- Sí, piensan que somos pareja. - continúo yo.
- ¿Y no lo sois?
Liam hace que todo el plató estalle a carcajadas y unas cuantas chicas gritan emocionadas. Creo que no ha sido la pregunta adecuada, se supone que veníamos a terminar con esto, no a echarle más leña al fuego.
Unas cuantas preguntas más y por fin podemos salir de allí, respirar aire puro.
Cuando nos montamos en la furgoneta que nos lleva a casa, miro a mis amigos: Zayn está peinándose, supongo que quiere estar guapo para mirarse al espejo; Niall le pide comida a Paul, dice que no puede esperar hasta llegar a su casa; Liam descansa sonriente y Louis está bastante serio.
- ¿Qué pasa? - le pregunto - Si estás preocupado por lo que piensen...las fans saben que estás con El y que la quieres.
- No es eso Harry, no lo entenderías.
- ¿Por qué no?
- Es...complicado. Luego hablamos en casa, ¿vale?
Me conformo con esa respuesta, pero sé que nada más llegar a casa subirá a su habitación y me ignorará por completo.
La mayoría de las veces tengo la sensación de que sabe más que yo de este tema, que por ser el pequeño se me margina y me oculta cosas, cuando se supone que somos mejores amigos y no tenemos secretos.
Bueno, quizá yo tenga uno, pero el motivo por el que no le he contado a nadie que estoy enamorado de Louis es más que evidente.
martes, 10 de abril de 2012
Nunca dejes de soñar.
sábado, 3 de marzo de 2012
Don't leave me. Parte tres.
Nos rompemos continuamente. Somos frágiles, débiles, como un vaso de cristal. La diferencia es que el vaso se rompe y los trocitos van a la basura; cuando nos rompemos nosotros, siempre aparece alguien que nos recompone.
Llevo dos horas en mi sofá sentada mientras las imágenes de Dougie en el baño se repiten una y otra vez en mi cabeza.
Puede que exteriormente lo haya llevado bien, pero no termino de creérmelo. No quiero, no me da la gana aceptar que un amigo se machaca de esa forma a sí mismo y nadie le ayuda.
Lo cierto es que no sé qué hacer, por mucho que lo intente no me puedo comportar como si nada hubiera pasado...las marcas van a seguir ahí, quiera yo o no. ¿Y qué más podía hacer? Nada. Nunca he conocido a nadie con tal problema, no tengo ni idea de cómo reaccionar.
Salgo de casa y pienso en cómo distraerlo.
Quizás podríamos ir al cine, o a pasear por el parque...quizás me estoy obsesionando demasiado y deberíamos hacer lo de todos los días: pasar el tiempo en la casa.
- Sí, eso es lo mejor... - susurro antes de entrar.
Para mi sorpresa, los padres de Dougie están sentados en el salón con una cara bastante preocupante. No escucho a la pequeña corretear ni hay rastro del rubio, aunque eso último es normal.
- Christine. - me saluda él - ¿Qué tal?
- Bien...¿ustedes?
- ¿Sabías que nuestro hijo se corta?
¿QUÉ?
No tengo la más mínima idea de qué responder. Si digo que lo sé, puedo perder el trabajo y eso implica abandonar a Dougie. No, no voy a arriesgarme.
- ¿C-cómo?
- ¿Ves? Te dije que ella no lo sabía. - dice la madre – Hoy en la comida hemos visto algunas marcas en su muñeca. No entiendo por qué lo hace y no sabemos qué hacer. A lo mejor un nuevo psicólogo...
- No creo que necesite eso. - la interrumpo – Yo...puedo hablar con él e informarles luego. Pero no llamen a nadie, no por ahora.
- Está bien...
Asienten no muy convencidos y voy al cuarto de Dougie.
Tiene que saber que sus padres lo saben (si es que no le han machacado ya al enterarse) y hacer algo. Si vuelve a ver a otro psicólogo sí que se va a volver realmente loco.
- Has tardado muchísimo. - me dice – No sabes la que se ha liado...
- Tus padres se han enterado. - asiente - ¿Qué te han dicho?
- Nada. Se han limitado a señalar las heridas y discutir entre ellos. Ya sabes, que si nuevo psicólogo, que mejor un centro...
- ¿Un centro?
- Piensan que encima de loco estoy enfermo. Quieren internarme en un centro de rehabilitación. ¿Sabes lo que sería eso?
No lo sé, pero lo imagino. Dougie podría morirse del asco allí dentro. Bueno, Dougie y cualquier persona.
En otra circunstancia y con otra persona habría pensado que no hay otra solución, pero en este caso tengo que encontrar una alternativa. Lo último que necesita es ingresar en un centro y estar encerrado días o incluso meses.
- Les he dicho a tus padres que hablaría contigo y les informaría. Puedo decirles que estás bien y que fue un acto de rebeldía.
- No conseguirás nada...
- ¡Oh, vamos! - exclamo - ¿Te vas a quedar ahí parado mientras pretenden arruinarte la vida?
- Mi vida ya está arruinada Chris. Si te das cuenta no tengo nada por lo que luchar, me da lo mismo estar en un sitio de esos.
Su sinceridad me deja helada.
Piensa que nada vale la pena a su alrededor, lo piensa de verdad.
- Y yo qué, ¿eh? Me prometiste que seríamos amigos siempre.
- Te olvidarás de mí en dos días.
- Sabes perfectamente que no será así. - le digo – Por lo que veo se te ha olvidado todo lo que hablamos esta mañana.
- Sólo quiero concienciarme, ¿vale? Eres la única persona que tengo y me van a alejar de ti, ¿cómo quieres que esté?
- No te mandarán a ningún lado, confía en mí.
Tengo la enorme necesidad de abrazarlo, pero en vez de eso, salgo de la habitación para hablar con sus padres. Les voy a decir que fue un absurdo error, que no volverá a pasar, que le den una oportunidad...
- Ya hemos hablado. - ambos me miran – No deben tenerlo en cuenta.
- ¿Cómo? Mi hijo no está sano mentalmente y todo el mundo lo sabe. Es una vergüenza escuchar lo que dicen por ahí de él... - ¿eso era lo que les importaba? - Debemos mandarlo lejos.
- ¡No! Denle una oportunidad, no necesita más. Sabrá aprovecharla...puede cambiar.
Estoy más de media hora con ellos, les explico que en esos centros no ayudan a nadie y aunque no terminan de estar conformes, aceptan con la condición de que a la próxima no tendrán piedad.
La conversación que acabo de tener me parece subrealista, hablan de su hijo como si fuera un perro o un trozo de carne. Ahora más que nunca comprendo por qué se siente así.
- Como ya te dije, no te vas. - canturreo intentando subirle el ánimo.
- Debes ser buena convenciendo.
- Lo soy. - río - ¿Estás bien?
Asiente mientras se frota las manos y agacha la cabeza.
No soy muy astuta, pero se ve de lejos que me está mintiendo. Hay algo que le sigue atormentando, algo que necesita expulsar o terminará comiéndole por dentro.
- ¿Necesitas hablar? - se encoge de hombros – Podemos salir si quieres...
- Me conformo con mi cama.
Me dedica una sonrisa amarga y nos tumbamos en su cama. Uno al lado del otro. Dougie deseando hablar y yo deseando escucharlo.
Siento una conexión bastante grande en este silencio, y aunque parezca estúpido, sé que él siente lo mismo.
- Siento que no tengo solución. - confiesa – Me comporto como un adolescente y ya no lo soy...tendría que estar en la universidad, o trabajando. Quizá conociendo mundo...y mírame.
- Las cosas no siempre salen como queremos. De hecho, salen como al destino le da la gana.
- Por lo que veo el destino me odia.
- No lo creo, simplemente te está poniendo a prueba. - dudo un segundo – Y la estás superando.
No se esperaba esa respuesta, en parte ni si quiera yo lo hacía.
Pero creo que es cierto, Dougie es un chico fuerte a pesar de todo. ¿Quién ve fantasmas y sigue su vida así como así, sin afectarle?
- Si yo estuviera en tu situación...probablemente habría ido más allá de los cortes. - miro al techo – Eres muy valiente.
- ¿Estás de coña?
- ¡No, para nada! No es que me parezca bien lo que haces...pero no lo veo un acto de cobardía.
- Serás la única...
- Puede.
Un cómodo silencio adorna la habitación.
Me siento bien así, aunque todavía tengo varias preguntas en mente. Ya que estamos siendo sinceros...quiero saberlo todo.
- ¿Por qué empezaste?
- Acoso escolar. - no piensa, contesta rápido – Digamos que no confié en quien debía. Le conté a mi mejor amigo lo que veía y él lo utilizó para convertirme en el objeto de burla de todo el instituto.
- La gente es demasiado cruel. - asiente – No deberías de darles el gusto de verte mal.
- No es de mi agrado hacerlo, lo prometo.
Sé que lo dice en serio, supongo que no tiene otra opción, que no sabe manejar la situación de otra forma. Pero tengo miedo. Por ahora ha tenido suerte y no le ha pasado nada en estos años, pero todos sabemos que podría pasarle.
- Lo sé, pero tienes que parar. - trago saliva – Podrías contar hasta cien cuando te sientas así.
- Christine, eso no ayuda. Cuando te sientes así y sabes que cortar va a relajarte, tienes que hacerlo. Lo necesitas. Es algo así como los drogadictos. - río ante su comparación – Bueno, más o menos.
- Una parte de mí lo entiende.
- ¿Y la otra?
- La otra no quiere que sigas haciéndote daño físico para calmar lo que hay en tu interior.
Giro la cabeza a la vez que él lo hace y nos quedamos mirando fijamente.
Puedo decir que “relajación” es la palabra que definiría este momento. Es increíble lo tranquila que me hace sentir...
- Sé lo que es estar mal y no querer que el resto lo vea. Las falsas sonrisas, los abrazos fingidos, el típico “estoy bien” cuando por dentro solo quieres esconderte bajo las sábanas...yo también he pasado por eso. No con tanta intensidad, pero lo he hecho.
- Sólo quiero sentirme bien conmigo mismo para que los demás también puedan hacerlo.
- Yo me siento bien contigo.
Sonríe tímido y se muerde el labio inferior, está muerto de vergüenza.
Gestos como esos me hacen gracia, le dan un aire infantil que las personas de nuestra época han perdido. Ahora todos son iguales, nadie tiene inocencia ni bondad...pero Dougie está lleno de ambas.
- ¿Sabes? Acabo de pensar que sí que necesitas un psicólogo. - su cara cambia a sorpresa – Y voy a ser yo.
- ¿Qué? - comienza a reír – Me habías asustado, idiota.
- No estoy de broma. La terapia empieza hoy con un paseo, ¡vamos!
No dejo que diga nada, lo arrastro literalmente hasta la calle y andamos en silencio.
Dije que no haría nada fuera de lo normal, pero lo cierto es que me apetecía salir con Dougie a dar una vuelta. Como hacen los amigos.
- ¿Quieres un helado? - pregunté señalando al final de la calle – Allí los hay de todos los sabores.
- Pues vamos.
Entramos en la pequeña heladería y miro todos los sabores que hay. Para qué mentir, los helados son mi pasión y se me salen los ojos. Dougie los inspecciona y hace comentarios en voz baja, no hay ni uno que le guste.
- Qué complicado eres.
- Lo sé. Es que son muy típicos...
- ¿Y qué quieres, helado de mierda de burro?
- ¡Eres una puerca!
Comienza a reír a carcajadas y sus ojos se achinan, una de las cosas más adorables que he visto nunca.
Compramos nuestros helados (al final el señor original se lo pide de chocolate) y caminamos sin rumbo. Apuesto lo que sea a que no quiere volver a su casa, por lo que me alejo lo máximo posible de esa dirección.
- Algún día inventaré un sabor nuevo. - dice – Algo que nadie se espere.
- Como por ejemplo...
- Sabor Dougie. - asiente orgulloso – O sabor Chris.
- O sabor...¿Douris? ¿Doutine? ¿Chrigie? ¿Chrougie? - río escandalosamente en mi intento fallido de juntar nuestros nombres - ¿Y a qué sabe eso?
No sé cómo, pero juro que ahora mismo nos estamos besando.
Ha sido cuestión de segundos, o incluso menos, pero los labios de Dougie han impactado contra los míos y yo no los he rechazado.
Nunca había pensado en él como algo más, ni si quiera me había imaginado el típico beso de mejores amigos cuando están borrachos. (Y eso que soy mucho de imaginar)
Pero ahora...sus labios son tan blanditos y calientes que es imposible rechazarlos. Y el beso sabe a la mezcla de nuestros helados; a menta con chocolate.
Nos separamos lentamente y la que siente vergüenza esta vez soy yo. A lo mejor no le ha gustado y me da cosa mirarle a la cara, debo estar como un tomate.
- A esto sabría el helado, supongo... - susurra.
- Me gusta. - admito – Aunque el helado de menta con chocolate ya existe.
- Pero no sabe tan bien.
Sonrío a la vez que mis mejillas siguen encendiéndose y levanto la cabeza en busca de su mirada. Puedo saber todo lo que piensa con solo mirarle, y el brillo que tiene ahora mismo en sus ojos es una de las cosas más bonitas que he visto.
- Estás feliz. - afirmo.
- Puede. Gracias.
- No las des, te ves mucho más guapo así. - su sonrisa se ensancha – Creo que voy a dejar de ser tu niñera y me voy a hacer psicóloga.
- ¡No eres mi ñiñera!
- ¿Ah no, y entonces? - me burlo.
- Pues...eres mi amiga, mi mejor amiga.
Lo abrazo con mucha fuerza y le hago saber que el cariño es recíproco.
El beso no ha sido más que otra muestra más de ese cariño y no nos vamos a parar a pensar en ello ni a analizar lo que hemos sentido. Es muy pronto para adelantar las cosas.
Y es que, si el destino quiere, algún día, quizá dentro de muchos años, seremos algo más que mejores amigos. Hasta entonces, ¿por qué no disfrutar de momentos como este?
domingo, 5 de febrero de 2012
Don't leave me. Parte dos.
jueves, 29 de diciembre de 2011
Don't leave me. Parte uno.
Cuando la oscuridad nos atrapa, cuando parece que nada puede salvarnos, cuando nadie nos cree. Ese es el momento en el que estamos completamente perdidos.
Hay cosas que nadie hace, cosas que están supuestamente prohibidas, tradiciones que nadie quiere romper. Y esas cosas siempre te persiguen.
Cuando eres pequeño, tienes prohibido meter los dedos en los enchufes y eres un niño extraño si no te gusta el azúcar. Cuando vas al instituto, tienes prohibido fumar y te tachan de freak si no te gusta ir de fiesta cada Sábado. Y a mi edad, con veinte años, tienes prohibido vivir a tu manera, y eres raro si no tienes un novio con el que planees el futuro.
En mi caso se me podría considerar el bicho más raro del universo, porque no cumplí nunca ninguna de las cosas antes mencionadas.
Me gustaba meter los dedos en los enchufes, nunca llegué a electrocutarme; fumé más de una vez cuando las cosas no iban bien en casa y ahora, vivo como quiero y no tengo pareja. ¿De verdad la sociedad piensa que es necesario? Porque yo no.
Vivo sola desde hace un año y medio y no tengo un trabajo fijo.
Según esa maravillosa sociedad, debería de sentirme la peor mierda del mundo y volver a casa de mis padres para poder vivir mejor. La cosa está en que a mí no me importa vivir del día a día, al revés, disfruto más de lo que todos piensan.
A pesar de todo, cuidar a personas enfermas o con problemas de vez en cuando no es tan malo, ¿no?
Ahora mismo estoy caminando hacia la casa de los Poynter.
Dejé miles de carteles en los alrededores para ver si alguien me contrataba, y esta familia ha sido la afortunada. Al parecer tienen un hijo problemático y necesitan mi ayuda.
Llamo a la puerta y en menos de diez segundos una mujer rubia aparece tras ella.
– Buenos días. - me dice sonriente - Tú debes ser Christine, ¿no?
– Sí, y usted la señora Poynter.
– Pasa, pasa.
Entro mostrándole una sonrisa y observo con detalle cada rincón.
Cuando me contrata una familia y tengo que trabajar en la casa, me gusta asegurarme de que no hay nada raro en ella, no quiero problemas que no me pertenecen.
La casa se compone de la planta baja, donde hay un enorme salón decorado de forma bastante común y familiar, una gran cocina limpia y reluciente y lo que parece ser un pequeño trastero. Supongo que en la parte de arriba estarán todas las habitaciones y el baño...
– Wow, su casa es preciosa.
– Gracias. - contesta - ¿Quieres algo de beber?
– No, gracias.
Se acaba de producir uno de los silencios más incómodos de mi vida.
Se supone que es ella la que tiene que hablar conmigo, comentarme el problema de su hijo, decirme qué tengo que hacer...pero no habla.
– ¿No hay nadie en casa? - pregunto.
– Sí, mi marido Sam está con Jazzie en el jardín y Dougie está en su habitación.
– ¿Dougie es el pequeño del que debo cuidar?
Su cara se torna un poco pálida y tengo miedo de haberla cagado al pronunciar el nombre del chiquillo. Si hubiera elegido otro no costaría tanto decirlo...
– Verás...Christine. - se frota las manos – Mi hijo no es pequeño. De hecho...¿cuántos años tienes?
– Veinte recién cumplidos.
– Exactamente los mismos que él.
Abro los ojos de forma desmesurada. ¿Tengo que cuidar a alguien de mi edad? No me molesta, pero nunca lo había hecho...
He cuidado niños pequeños, bebés, ayudado a algún que otro adolescente pirado e incluso ancianos, pero eso era algo demasiado extraño. Una persona de mi edad no necesita ayuda de otra persona de la misma quinta...
– Eh...yo...
– No te eches para atrás sin escuchar el problema, por favor. - me suplica – Ya no sé qué hacer y...
– Está bien, cuénteme.
– Dougie nunca ha sido un chico problemático, de hecho, siempre pensé que sería el típico hijo que te hace estar orgullosa por todo lo que consigue. - sonríe amargamente – Pero...de hace cuatro años para acá, bueno...dice que escucha voces, que ve fantasmas.
– ¿Có-cómo?
– Le hemos llevado a psicólogos, a la iglesia, hemos intentado convencerlo de que es una locura y no hemos conseguido nada.
– No sé qué decir... - contesto – Nunca se me ha presentado algo así, no sé si soy capaz. Ni si quiera sé qué pretende que consiga.
Lo cierto es que ahora mismo solo quiero correr y olvidar todo lo que me está diciendo esta mujer.
¿Que el chaval ve fantasmas, que escucha voces? Sí, es bien cierto que tiene un problema pero yo no puedo solucionarlo...
– Sólo me gustaría que pasaras un tiempo con él. Que le entretengas, no sé...pasa muchas horas ahí encerrado, solo. No quiere ver a nadie...
– Yo...lo entiendo, de verdad. Pero no sé si puedo hacerlo.
– Por favor...sé que eres una buena chica, puedo verlo en tus ojos. - me coge de las manos – Sube e intenta hablar con él. Si pasa algo o no quieres volver, lo comprenderé.
Le sonrío sin muchas ganas y decido hacerle caso.
No es que me haga ilusión este trabajo, pero tengo que reconocer que no puedo dejarla tirada así como así. Por lo que me ha dicho lo está pasando bastante mal, y tiene otra hija...al menos debo intentarlo.
– ¿Puedo pasar? - digo llamando a la puerta.
– Supongo que sí.
Entro cuidadosamente y puedo ver al tal Dougie sentado en su escritorio con un cuaderno abierto y bolígrafo en mano.
Su cuarto está bastante ordenado, al revés de lo que yo pensaba. Tiene la estantería llena de fotos con su familia y amigos, algún que otro libro...y muchísimos discos.
– Mi madre te ha contratado para cuidarme, ¿verdad? - habla mientras escribe – Pensarás que soy penoso...
– ¿Por qué?
– Tengo veinte años. Joder, se supone que soy adulto y esas cosas y...me vas a cuidar...¿tú?
– Eh, listillo. - le contesto bromeando – Que tengo tu edad y no lo considero cuidar, simplemente hacer amigos.
– Ya, amigos. Como si fuéramos a llegar a serlo.
– ¿No sería posible?
Se queda en silencio unos minutos, minutos interminables.
Suelta el bolígrafo y se gira; me quedo observándolo. Tiene el pelo rubio, aunque parece no habérselo lavado en unos días; sus ojos de color gris azulado están acompañados de enormes ojeras y sus labios parecen finos y delicados.
– ¿En serio no quieres salir corriendo? - pregunta extrañado – Supongo que mi madre te habrá contado lo que pasa.
– Sí, y no es motivo para correr. Por lo menos yo no creo que lo sea.
Se encoge de hombros y curva los labios haciendo una mueca bastante graciosa, creo que debo darle una oportunidad. Lo máximo que puede pasar...¿qué es? ¿Que me haga pensar lo mismo? Chorradas.
– Entonces...¿aceptas que venga a partir de mañana?
– Claro...no creo que tengas más opciones.
– Hasta mañana entonces.
Le muestro mi mejor sonrisa y él vuelve a su cuaderno sin tan si quiera despedirse.
En otra ocasión me habría molestado, no me gusta la gente que tiene mala educación y me cabrea que no se despidan de mí, pero...Dougie tiene un verdadero problema, no creo que despedirse de mí sea su mayor preocupación.
Bajo las escaleras y veo a su madre esperándome nerviosa. Me alegra poder decirle que mañana estaré de vuelta y que haré todo lo posible por alegrar un poco a su hijo.
– ¿Qué tal? - pregunta acercándose.
– Creo que...bueno...a partir de mañana tendrá que hacerme un hueco.
– ¿De verdad? - sonríe – Muchas gracias, te pagaremos muy bien y puedes comer aquí todo lo que quieras. Gracias.
– No tiene importancia, me gustan los retos.
Sus ojos están acuosos, y sin poder evitarlo le doy un ligero abrazo al despedirme de ella.
En cierto modo me recuerda a mi madre, ella siempre tan preocupada por mí y porque yo fuera alguien en la vida. Siempre ha querido que cumpla mis objetivos, y el que tengo ahora mismo es hacer a Dougie una persona normal que pueda sonreír.
***
Son las diez de la mañana y mis cereales de chocolate me esperan en la encimera con muchas ganas de ser engullidos.
Los cojo y me siento en uno de los taburetes, pensando en el día que me espera.
Es mi primer día de trabajo con la familia Poynter, y aunque ayer mis pilas estaban cargadas, hoy estoy acojonada. No se me ocurre cómo hacer que ese chico se olvide de las tonterías que dice que ve o escucha, no soy psicóloga ni nada por el estilo, ni si quiera creo que la gente pueda ver a los fantasmas.
Dejo las cosas en el fregadero y voy a mi habitación.
Camiseta ancha, pitillos y converse es mi combinación favorita, la que nunca falla. Me peino un poco, me hago la raya y tras coger mi pequeña mochila de siempre, parto rumbo a mi trabajo.
Cuando llego, me encuentro a toda la familia (menos Dougie, claro) saliendo con mochilas, cestas y cosas por el estilo.
– ¡Christine! Nos vamos de picnic, pero Dougie no quiere venir... - agacha la cabeza - ¿Te importa quedarte aquí?
– Claro que no, es mi trabajo.
– Hay comida en la cocina, ya está preparada. Si no quiere comer...no le obligues, ¿vale? Suele pasarle.
Asiento todo el rato mientras ella me avisa de lo que puede pasar.
Es como si Dougie tuviera ocho años y fuera a destrozar la casa, no para de darme números de teléfono como el de la policía o los bomberos. Puedo afirmar que tengo miedo.
Después de diez minutos, la familia se monta en el coche y toma su camino. Yo subo rápidamente las escaleras y pienso un tema de conversación para sacarle a Dougie, aunque no se me ocurre nada.
– ¡Buenos días! - exclamo.
– ¿Ya se han ido?
– Sí...pensaba que irías con ellos.
– No. Ya sabes, la familia feliz tiene que hacer su perfecta comida, que vaya yo no tiene sentido.
Lo afirma tan convencido mientras mira por la ventana que por un momento pienso que va a girarse enfurruñado y me va a dar dos bofetadas; pero lo único que hace es girarse y regalarme una triste sonrisa para después sentarse en su cama.
– Y...bueno, ¿te apetece hacer algo en especial?
– No tienes que hacerlo. - responde – No tienes por qué pasar tiempo con un loco si no quieres.
– Esto lo hago porque quiero, nadie me obliga. Y deja de decir que estás loco.
Creo que he sonado demasiado borde, pero este chico es la persona más derrotista que he conocido nunca. En parte creo que es culpa de sus padres, no parece que le hayan dicho cosas buenas muy a menudo...supongo que es lógico que se machaque de esa forma.
Hemos pasado tres horas en su habitación; él con su maldito cuaderno y yo mirando a la nada. Pensaba que me hablaría de sus paranoias, de lo que escuchaba, de algo...pero ni si quiera se limita a mirarme.
– Es hora de comer...¿bajamos? - asiente – Genial...
No sé si la sopa está buena, mala, fría o caliente, pero Dougie se la está comiendo como si hiciera días que no prueba bocado. Yo he preferido no probarla, no me apetece comer nada tan temprano.
– Eso de comer era una excusa, ¿verdad? - me dice – Siento no darte conversación, pero...
– Bah, no importa. ¿Sabes? Pareces más joven de lo que eres.
– Ya, parece que tengo quince años, todos me lo decían.
Al parecer la he cagado, porque sus ojos se tornan de un color más oscuro y parece que tiene ganas de llorar. No pretendía hacerle daño, ni si quiera le he dicho nada malo...
– Eh, no te lo tomes a mal. A mí me pareces muy guapo.
– No te cachondees, por favor. - se sonroja.
– ¡Como si nadie te lo hubiera dicho nunca!
Y su mirada me lo confirma: nadie lo ha hecho. Nadie ha sido capaz de reconocerle que es adorable cuando se sonroja, ni que tiene ojos bonitos...nadie le ha dicho que es guapo.
– Siempre hay una primera vez. - respondo – Y lo digo totalmente en serio.
– Gracias, tú también lo eres. Aunque a ti sí que te lo habrán dicho.
– Lo cierto es que no mucho. Quitando a mi madre, claro. - río – Para ella soy Miss Universo.
Sonríe levemente y eso hace que me sienta satisfecha, al menos he conseguido un intento de sonrisa.
Deja el plato vacío en su sitio y decido sentarme en el sofá, esperando que haga lo mismo y se siente al lado. Quizás tengamos más en común de lo que ambos pensamos...
– No me creo que tu madre sea la única que te haya dicho guapa. - susurra al sentarse conmigo.
– Es lo que hay. La gente puede ser muy cruel y superficial.
– Y que lo digas... - asiente – Entonces...¿nunca has tenido novio?
– Alguna tontería. De hecho, una vez me tiré al novio de mi hermana.
– ¡Golpe bajo!
Sonreímos sin muchas ganas y recuerdo aquel verano.
Pasé muchos años sola, viendo cómo mi hermana era la guapa y yo la lista o la rara. Sintiendo un pinchazo cada vez que alguien me llamaba gorda o fea, cada vez que se reían de mí. Supongo que tirarme a su novio fue una estúpida forma de vengarme.
– ¿Tú nunca has tenido novia? - me atreví a preguntar.
– Sólo una, Sandy. Era la chica perfecta y me quería a mí...hasta que decidí sincerarme con ella y contarle lo de los fantasmas. Me mandó a la mierda, como hacen todos.
– Sé que me conoces de hace unas horas, pero...si te sirve de algo, yo no voy a hacerlo. - le digo sincera – Yo veo unicornios, ¿por qué tú no vas a ver fantasmas?
– Los unicornios molan.
Sonrío de forma exagerada y le obligo a enseñarme algo más que una media sonrisa. La cosa va avanzando y eso me gusta.
He llegado a la conclusión de que Dougie es un chico normal, sólo necesita que confíen en él...porque al parecer nunca lo han hecho.
Una simple y tonta respuesta puede hacer que dos personas se conecten para toda la vida.