domingo, 5 de febrero de 2012

Don't leave me. Parte dos.

¡Por fin me digno a subir la segunda parte!
Ya sabéis los motivos de mi tardanza, así que...me limito a darle las gracias a las que siempre comentan/leen (SOIS MÁS CUQUIS QUE-QUE-QUE...) y nada, espero que os guste. ¡Ya sólo queda una parte, y en mi cabeza es interesante! xDDDDDDDD
Loffffffff <3


Las cosas cambian, el mundo gira. Nosotros hacemos de un simple grano de arena, una gran montaña. Ellos recogen cada granito para que el mundo gire en el sentido que queramos.

Llevo casi un mes trabajando en esta casa y aún no me he aprendido dónde está cada cacharro. Supongo que no estoy acostumbrada a tener una cocina tan grande...

Las cosas con Dougie han avanzado bastante, o por lo menos eso piensa su madre.
Según ella, el hecho de que su hijo coma todos los días le parece más que impresionante; y es que al parecer el rubito no comía muy a menudo. Hasta que llegué yo, claro.

Me alegro de que su familia esté algo más contenta gracias a mí, porque esto dejó de ser un trabajo hace mucho.
Hablando con Dougie, descubrí que tenemos gustos muy parecidos. Ya sea en música, películas o deportes, nos gustan las mismas cosas y eso ayudó bastante a que se abriera a mí. Si no me equivoco, todo va sobre ruedas. Y mi economía ha subido bastante, para qué negarlo.

Saco las llaves de mi bolso y entro en casa de los Poynter con toda la confianza del mundo.
Los padres y la hermana de Dougie casi nunca están cuando llego, por eso me dieron una llave. Creo que cada día hacen una actividad nueva, o por lo menos eso pone en el calendario que hay pegado en el frigo.

¡Dougie, ya he llegado! - a veces sueno a marido trabajador - ¿Dougie?

Al ver que no contesta subo las escaleras tranquilamente, lo más seguro es que esté con los cascos puestos a todo volumen y no se entere de nada.
Entro en su cuarto y lo busco con la mirada, pero no está. ¿Lo peor de todo? Que su cama está deshecha, la ropa tirada por el suelo, un sacapuntas tirado roto por la mitad en la mesilla...

Me bastan cinco segundos para darme cuenta.
Y ahí es cuando mi corazón se para y mi cabeza se bloquea, porque Dougie ahora está bien, porque no puede haber hecho ninguna locura, y menos esa.

Qué tonta soy...confío en él, claro... - intento autoconvencerme.

Aun así, decido acercarme a la mesilla, comprobando que mis pensamientos son totalmente lógicos y saliendo disparada hacia el baño.
La puerta ni si quiera está cerrada, por lo que puedo verlo tirado en el suelo sollozando mucho antes de entrar.

¡Dougie! - me tiro a su lado - ¡Eres un idiota!

Él está hecho un ovillo sobre el frío mármol, con la cara cubierta de lágrimas y esa maldita cuchilla que le ha quitado al sacapuntas.
Puede que gritarle no sea lo mejor en este momento, pero la impotencia al verlo ahí, tirado en el suelo, sabiendo perfectamente lo que había o estaba intentando hacer era algo que podía conmigo.

Le quito rápidamente la cuchilla de la mano derecha y observo sus muñecas. La derecha intacta, la izquierda llena de cortes.

No...¿por qué haces esto, eh?

Como es normal, sigue llorando sin decir nada, ni si quiera se mueve. Y es ahora cuando comprendo las palabras de su madre: “Dougie es difícil de tratar. He probado con todo y ya no sé qué hacer...” Supongo que no es la primera vez que lo hace, que los psicólogos han decidido que no tiene remedio y que me esconde muchísimas cosas.
En ninguna de nuestras largas charlas me mencionó nada, y lo peor es que yo tampoco me he dado cuenta.

Vamos, levanta. Voy a curarte.

¡No! - intenta gritar, pero su voz es un susurro - ¡No, déjame aquí!

No voy a dejarte así, no quieres que lo haga.

Sí quiero, sí quiero...

Y vuelve a llorar, esta vez más fuerte.
Me siento tan inútil que estoy a punto de huir. ¿Acaso hay algo más fácil? Si lo ha hecho antes y no le ha pasado nada...puede sobrevivir, sabe cómo hacerlo.

Sacudo levemente la cabeza y lo miro de nuevo.
Dougie, ese chico de mi edad que debería de estar en la facultad buscando un futuro, el que debería estar rodeado de chicas y amigos, el que tendría que estar acompañado por su familia ahora mismo, está roto. Roto a mi lado, prácticamente entre mis brazos.

Decido levantarlo, en cierto modo los cortes no me preocupan, me preocupa él.
Me preocupa lo que ha hecho y por qué lo ha hecho. Tengo tantas preguntas que hacerle...

Te voy a levantar. - le aviso – Si me ayudas, mejor.

Intenta resistirse, por un momento me creo que quiere quedarse ahí tirado con el brazo lleno de sangre y su cuerpo temblando. Pero me da igual, por eso lo intento de nuevo. Y otra vez. Y todas las veces que hacen falta hasta que lo tengo sentado, con su espalda apoyada en la pared.

Voy a curarte. - repito.

No...no es nada...

Sí que lo es. - intento no perder la calma – Dougie, deja que te cure.

No lo necesito, no deberías tan si quiera haber llegado tan pronto...

¿Me está diciendo indirectamente que he impedido que se suicide?
Busco su mirada, pero no la encuentro. Está totalmente perdido, puede que incluso enfadado conmigo por haber parado su estúpido plan de cortarse las venas.

¿Sabes? Te vas a bañar. - me pongo en pie – Y me da igual lo que digas.

Sí, puede parecer que estoy loca, pero es lo primero que se me ha pasado por la cabeza. El agua calmará un poco las heridas, y de paso, hará que su pelo brille como antes.

Lleno la bañera de agua templada y giro para ver si se está desnudando, pero sigue en la misma posición. Sé que no va a ceder, pero estoy dispuesta a obligarlo si hace falta. Necesito que se relaje y me lo cuente todo...

No creo que quieras lavarte con ropa. - digo – El baño te relajará.

Se queda en silencio, quieto como una estatua, frío y distante. Como si fuera un Dougie diferente.
Cuando llegué a esta casa no encontré a un chico extrovertido ni nada que se le acercase, pero desde luego ese chico no se parecía ni en el blanco de los ojos al que tengo delante.

No. - responde al ver que lo observo.

No pareces Dougie. ¿Sabes por qué? - niega con la cabeza – Antes...ayer mismo, había un brillo de esperanza en tus ojos, hoy ni si quiera me dejas verlos.

Al parecer mis palabras han funcionado y consigo que levante la cabeza, consiguiendo que me mire. Sus ojos han perdido color, se ven tristes, apagados...puedo sentir cada uno de sus miedos dentro de mí. Están rojos de tanto llorar, del dolor que tiene guardado y no quiere compartir con nadie.

No puedo más. - dice antes de volver a llorar.

N-n-no...dime qué quieres, qué necesitas. Hablemos. - me estoy poniendo nerviosa – Intentaré ayudarte...

Un abrazo.

No hace falta ninguna explicación, mis brazos se abren automáticamente y en menos de un segundo Dougie está refugiado en ellos.
Ahora llora con fuerza, echando toda la mierda que lleva dentro y dejando que yo sea consciente de su estado. Me aprieta fuerte, como si quiera evitar que me fuera o que lo abandonara, cosa que no haría nunca.

Todo va a estar bien...pero primero tienes que bañarte. Por favor Dougie, hazlo por mí.

Permanecemos abrazados.
Él en silencio y yo esperando una respuesta. La respuesta llega cuando el llanto se calma y se separa asintiendo, lo que me hace suponer que ha accedido al baño.

No voy a mirar mientras te metes, pero no pienso irme.

Me giro para que se quite la ropa con tranquilidad e intento recomponerme.
Nunca había estado en una situación así, y menos con alguien que quiero. Porque sí, no lo conozco de hace años, pero se ha convertido en alguien especial, casi en mi única compañía. Casi todas las noches me duermo pensando en las conversaciones que nos depara el día siguiente, pero nunca me imaginé algo así, ni en mis peores pesadillas.

Ya. - escucho detrás de mí.

Vuelvo a girar y lo veo en la bañera; con las rodillas pegadas al pecho, medio balanceándose. Debería irme, dejarlo en su momento de intimidad, pero tengo miedo de que vuelva a hacer una locura.

¿Me dejas que te limpie lo del brazo? - pregunto.

Como no dice nada, supongo que es un sí.
Cojo las cosas necesarias y me siento lo más pegada posible a la bañera. El suelo está congelado, no sé cómo ha estado tirado ahí, llorando y haciéndose eso...me estremece pensarlo.

Trae anda, que vaya estropicio te has hecho...

Intento quitarle hierro al asunto, y no sé si funciona, pero Dougie se gira un poco y me tiende su brazo izquierdo.
Miro los cortes, no son nada profundos, él no quería matarse, sólo hacerse daño. Echo un poco de agua y presiono, lo que produce que haga una mueca bastante graciosa.

Sonrío mientras me observa.
Ahora mismo, aquí, teniéndolo así, se ve más vulnerable que nunca. Dudo que muchas personas hayan tenido la suerte de conocer al verdadero Dougie Poynter, y estoy segura de que yo soy una de las primeras. (Sino la única)

Gracias. - me dice cuando termino.

No hay de qué.

No hay esperanza de una nueva conversación, así que decido echarle un poco de jabón y lavarle el pelo.
Para mi sorpresa no dice nada, ni si quiera se muestra sorprendido. Simplemente se relaja y llora en silencio, ahogando miles de pensamientos dentro de sí mismo.

Esto es vergonzoso. - admite – Soy patético.

¿Por qué?

Has visto lo peor de mí. Y para colmo, ahora... - echa un vistazo rápido a la esponja – No deberías de hacerlo Christine.

Lo hago porque quiero. Para eso están los amigos, ¿no?

Yo nunca lavo a mis amigos, ni...

Calla. - le interrumpo – Ya te dije una vez que para todo hay una primera vez.

Con esa última frase consigo sacarle una sonrisa, y eso hace que me sienta bastante mejor.
Cuando termino, dejo que salga y se seque mientras le busco algo de ropa, un pijama seguramente sea lo que necesita.

Aquí tienes. - lo mira detenidamente – Pensé que estarías más cómodo...

Sí, gracias.

Preparo dos tazas de chocolate caliente mientras él se acurruca en el sofá.
Quiero preguntar, saber, resolver todas las dudas que asaltan mi cabeza. La primera y más importante: ¿por qué? ¿Por qué lo ha intentado? ¿Qué motivos tiene? Quiero que me cuente tantas cosas...pero sé que no puedo preguntarle por ninguna, no ahora.

¿Qué es? - pregunta cuando llego – Oh, no lo digas, chocolate.

Correcto.

Según las veces que he mirado al reloj, puedo calcular que llevamos veinte minutos disfrutando de nuestra taza de chocolate completamente callados.

Lo hice porque estoy harto. - su voz me sorprende – Las cosas se complican y nadie lo entiende. Siento que me estoy volviendo loco...

¿Te refieres a los fantasmas? Ellos...¿te quieren hacer daño? - me siento estúpida hablando de esto.

¿Qué? ¡No! El problema lo tengo con los vivos, los muertos me tratan demasiado bien.

La sinceridad con la que me lo dice, hace que millones de escalofríos recorran mi cuerpo.
En todo este tiempo no he dudado de él, pero ahora sí que estoy segura de que ve fantasmas. Y entiendo a lo que se refiere con el problema que tiene con los vivos, lo entiendo perfectamente.

Yo confío en ti Dougie, sé que no estás mal de la cabeza.

¿Puedes repetirlo? - me mira directamente a los ojos, buscando mi verdad.

Confío en ti. Ahora y siempre.

Su expresión me deja ver que no se lo esperaba, creía que le mentía, que lo hacía para que siguiera a lo suyo y se callara un rato. Pero no es cierto, claro que le creo, Dougie no necesita ningún psicólogo, tiene un don y nadie sabe apreciarlo.

Ojalá todos fueran como tú. - dice mirando una foto de su familia – Ellos huyen del problema continuamente. No me creen y envían a otros para que se coman el marrón.

Te quieren.

No lo demuestran. - me corta – Eres la única persona que ha confiado en mí, la única. Nadie más habría hecho lo que tú has hecho ahí arriba, en el baño. ¿Salvarme? ¿Curarme las heridas? Y bueno, bañarme...cualquiera se habría ido dejándome ahí solo.

No hubiera podido hacer eso. Sé que nunca te lo he dicho, pero pensaba que no era necesario. - hago una pausa – Eres especial para mí Doug, eres una persona increíble y...por favor, no vuelvas a intentarlo.

Toco su muñeca con cuidado por si le hago daño y le miro suplicante.
No quiero que se haga daño nunca más, por muy desesperado que esté, por mucho que necesite tranquilizarse...haré lo que haga falta para que esté bien y no vuelva a hacerse nada parecido.

Por favor. - repito.

Lo prometo.

Asiento conforme y acaricio su pelo.
Está mucho más suave de lo que nunca habría podido imaginar, y todo gracias a ese baño. Cierra los ojos ante el contacto de mi mano en su mejilla y se me escapa una sonrisa. Dougie es adorable, me encantaría tenerlo de amigo para toda la vida.

Quiero que me prometas otra cosa. - abre los ojos confuso – Si dejo de trabajar aquí...tendremos que seguir siendo amigos. Para siempre, ¿está claro?

Sonríe de oreja a oreja y la puerta de la entrada se abre dejando ver a la familia feliz.
Dougie esconde sus cortes con su camiseta y yo intento fingir que no ha pasado nada.

¿Qué tal las compras? - pregunto con voz nerviosa.

Genial, han sido de provecho. ¿Vosotros bien?

Más que eso. - responde Dougie – Hemos estado hablando y poco más...

Ahora que sus padres están aquí, decido irme a comer a casa.
Volveré por la tarde, estaré completamente recuperada del shock y haré como si no hubiera visto nada. Porque hoy no ha pasado nada, claro que no.

¡Volveré por la tarde, señora Poynter! - no me acostumbro a tutearla – Nos vemos luego, rubito.

Él asiente con una triste sonrisa y me viene a despedir hasta la puerta, cosa que nunca hace. Creo que se siente solo cuando me voy, la atención que sus padres le dan no es suficiente, y mucho menos cuando se centran en hacerle quedar por loco.
Levanto la mano a modo de despedida y cojo mi camino de vuelta cuando su voz hace que me gire.

Tú también eres especial, Chris.

Cosas tontas que pueden hacer que tu sonrisa no se vaya en un largo periodo de tiempo.