jueves, 29 de diciembre de 2011

Don't leave me. Parte uno.

I'm baaaaaaaaaaack.
No, no traigo la segunda parte de "Real world", pero tiene su explicación: no va a haber segunda parte. Estuve ayer intentando escribirla, intentando sacar algo...y me di cuenta de que no pega escribir otra parte, lo único que quería plasmar era que nos mienten día a día cuando nos dicen que el físico no importa y que hay que ser uno mismo en todo momento.
¡Pero os traigo otra historia! e.e Será de tres partes (o al menos eso tengo en mi cabeza), su protagonista es Dougie y está narrada por una chica. Ya me diréis qué tal.
PD: Esta primera parte es larga...cinco páginas de word. Wow. (?)

Cuando la oscuridad nos atrapa, cuando parece que nada puede salvarnos, cuando nadie nos cree. Ese es el momento en el que estamos completamente perdidos.


Hay cosas que nadie hace, cosas que están supuestamente prohibidas, tradiciones que nadie quiere romper. Y esas cosas siempre te persiguen.


Cuando eres pequeño, tienes prohibido meter los dedos en los enchufes y eres un niño extraño si no te gusta el azúcar. Cuando vas al instituto, tienes prohibido fumar y te tachan de freak si no te gusta ir de fiesta cada Sábado. Y a mi edad, con veinte años, tienes prohibido vivir a tu manera, y eres raro si no tienes un novio con el que planees el futuro.


En mi caso se me podría considerar el bicho más raro del universo, porque no cumplí nunca ninguna de las cosas antes mencionadas.

Me gustaba meter los dedos en los enchufes, nunca llegué a electrocutarme; fumé más de una vez cuando las cosas no iban bien en casa y ahora, vivo como quiero y no tengo pareja. ¿De verdad la sociedad piensa que es necesario? Porque yo no.


Vivo sola desde hace un año y medio y no tengo un trabajo fijo.

Según esa maravillosa sociedad, debería de sentirme la peor mierda del mundo y volver a casa de mis padres para poder vivir mejor. La cosa está en que a mí no me importa vivir del día a día, al revés, disfruto más de lo que todos piensan.

A pesar de todo, cuidar a personas enfermas o con problemas de vez en cuando no es tan malo, ¿no?


Ahora mismo estoy caminando hacia la casa de los Poynter.

Dejé miles de carteles en los alrededores para ver si alguien me contrataba, y esta familia ha sido la afortunada. Al parecer tienen un hijo problemático y necesitan mi ayuda.

Llamo a la puerta y en menos de diez segundos una mujer rubia aparece tras ella.


Buenos días. - me dice sonriente - Tú debes ser Christine, ¿no?

Sí, y usted la señora Poynter.

Pasa, pasa.


Entro mostrándole una sonrisa y observo con detalle cada rincón.

Cuando me contrata una familia y tengo que trabajar en la casa, me gusta asegurarme de que no hay nada raro en ella, no quiero problemas que no me pertenecen.


La casa se compone de la planta baja, donde hay un enorme salón decorado de forma bastante común y familiar, una gran cocina limpia y reluciente y lo que parece ser un pequeño trastero. Supongo que en la parte de arriba estarán todas las habitaciones y el baño...


Wow, su casa es preciosa.

Gracias. - contesta - ¿Quieres algo de beber?

No, gracias.


Se acaba de producir uno de los silencios más incómodos de mi vida.

Se supone que es ella la que tiene que hablar conmigo, comentarme el problema de su hijo, decirme qué tengo que hacer...pero no habla.


¿No hay nadie en casa? - pregunto.

Sí, mi marido Sam está con Jazzie en el jardín y Dougie está en su habitación.

¿Dougie es el pequeño del que debo cuidar?


Su cara se torna un poco pálida y tengo miedo de haberla cagado al pronunciar el nombre del chiquillo. Si hubiera elegido otro no costaría tanto decirlo...


Verás...Christine. - se frota las manos – Mi hijo no es pequeño. De hecho...¿cuántos años tienes?

Veinte recién cumplidos.

Exactamente los mismos que él.


Abro los ojos de forma desmesurada. ¿Tengo que cuidar a alguien de mi edad? No me molesta, pero nunca lo había hecho...

He cuidado niños pequeños, bebés, ayudado a algún que otro adolescente pirado e incluso ancianos, pero eso era algo demasiado extraño. Una persona de mi edad no necesita ayuda de otra persona de la misma quinta...


Eh...yo...

No te eches para atrás sin escuchar el problema, por favor. - me suplica – Ya no sé qué hacer y...

Está bien, cuénteme.

Dougie nunca ha sido un chico problemático, de hecho, siempre pensé que sería el típico hijo que te hace estar orgullosa por todo lo que consigue. - sonríe amargamente – Pero...de hace cuatro años para acá, bueno...dice que escucha voces, que ve fantasmas.

¿Có-cómo?

Le hemos llevado a psicólogos, a la iglesia, hemos intentado convencerlo de que es una locura y no hemos conseguido nada.

No sé qué decir... - contesto – Nunca se me ha presentado algo así, no sé si soy capaz. Ni si quiera sé qué pretende que consiga.


Lo cierto es que ahora mismo solo quiero correr y olvidar todo lo que me está diciendo esta mujer.

¿Que el chaval ve fantasmas, que escucha voces? Sí, es bien cierto que tiene un problema pero yo no puedo solucionarlo...


Sólo me gustaría que pasaras un tiempo con él. Que le entretengas, no sé...pasa muchas horas ahí encerrado, solo. No quiere ver a nadie...

Yo...lo entiendo, de verdad. Pero no sé si puedo hacerlo.

Por favor...sé que eres una buena chica, puedo verlo en tus ojos. - me coge de las manos – Sube e intenta hablar con él. Si pasa algo o no quieres volver, lo comprenderé.


Le sonrío sin muchas ganas y decido hacerle caso.

No es que me haga ilusión este trabajo, pero tengo que reconocer que no puedo dejarla tirada así como así. Por lo que me ha dicho lo está pasando bastante mal, y tiene otra hija...al menos debo intentarlo.


¿Puedo pasar? - digo llamando a la puerta.

Supongo que sí.


Entro cuidadosamente y puedo ver al tal Dougie sentado en su escritorio con un cuaderno abierto y bolígrafo en mano.

Su cuarto está bastante ordenado, al revés de lo que yo pensaba. Tiene la estantería llena de fotos con su familia y amigos, algún que otro libro...y muchísimos discos.


Mi madre te ha contratado para cuidarme, ¿verdad? - habla mientras escribe – Pensarás que soy penoso...

¿Por qué?

Tengo veinte años. Joder, se supone que soy adulto y esas cosas y...me vas a cuidar...¿tú?

Eh, listillo. - le contesto bromeando – Que tengo tu edad y no lo considero cuidar, simplemente hacer amigos.

Ya, amigos. Como si fuéramos a llegar a serlo.

¿No sería posible?


Se queda en silencio unos minutos, minutos interminables.

Suelta el bolígrafo y se gira; me quedo observándolo. Tiene el pelo rubio, aunque parece no habérselo lavado en unos días; sus ojos de color gris azulado están acompañados de enormes ojeras y sus labios parecen finos y delicados.


¿En serio no quieres salir corriendo? - pregunta extrañado – Supongo que mi madre te habrá contado lo que pasa.

Sí, y no es motivo para correr. Por lo menos yo no creo que lo sea.


Se encoge de hombros y curva los labios haciendo una mueca bastante graciosa, creo que debo darle una oportunidad. Lo máximo que puede pasar...¿qué es? ¿Que me haga pensar lo mismo? Chorradas.


Entonces...¿aceptas que venga a partir de mañana?

Claro...no creo que tengas más opciones.

Hasta mañana entonces.


Le muestro mi mejor sonrisa y él vuelve a su cuaderno sin tan si quiera despedirse.

En otra ocasión me habría molestado, no me gusta la gente que tiene mala educación y me cabrea que no se despidan de mí, pero...Dougie tiene un verdadero problema, no creo que despedirse de mí sea su mayor preocupación.


Bajo las escaleras y veo a su madre esperándome nerviosa. Me alegra poder decirle que mañana estaré de vuelta y que haré todo lo posible por alegrar un poco a su hijo.


¿Qué tal? - pregunta acercándose.

Creo que...bueno...a partir de mañana tendrá que hacerme un hueco.

¿De verdad? - sonríe – Muchas gracias, te pagaremos muy bien y puedes comer aquí todo lo que quieras. Gracias.

No tiene importancia, me gustan los retos.


Sus ojos están acuosos, y sin poder evitarlo le doy un ligero abrazo al despedirme de ella.

En cierto modo me recuerda a mi madre, ella siempre tan preocupada por mí y porque yo fuera alguien en la vida. Siempre ha querido que cumpla mis objetivos, y el que tengo ahora mismo es hacer a Dougie una persona normal que pueda sonreír.


***

Son las diez de la mañana y mis cereales de chocolate me esperan en la encimera con muchas ganas de ser engullidos.


Los cojo y me siento en uno de los taburetes, pensando en el día que me espera.

Es mi primer día de trabajo con la familia Poynter, y aunque ayer mis pilas estaban cargadas, hoy estoy acojonada. No se me ocurre cómo hacer que ese chico se olvide de las tonterías que dice que ve o escucha, no soy psicóloga ni nada por el estilo, ni si quiera creo que la gente pueda ver a los fantasmas.


Dejo las cosas en el fregadero y voy a mi habitación.

Camiseta ancha, pitillos y converse es mi combinación favorita, la que nunca falla. Me peino un poco, me hago la raya y tras coger mi pequeña mochila de siempre, parto rumbo a mi trabajo.

Cuando llego, me encuentro a toda la familia (menos Dougie, claro) saliendo con mochilas, cestas y cosas por el estilo.


¡Christine! Nos vamos de picnic, pero Dougie no quiere venir... - agacha la cabeza - ¿Te importa quedarte aquí?

Claro que no, es mi trabajo.

Hay comida en la cocina, ya está preparada. Si no quiere comer...no le obligues, ¿vale? Suele pasarle.


Asiento todo el rato mientras ella me avisa de lo que puede pasar.

Es como si Dougie tuviera ocho años y fuera a destrozar la casa, no para de darme números de teléfono como el de la policía o los bomberos. Puedo afirmar que tengo miedo.


Después de diez minutos, la familia se monta en el coche y toma su camino. Yo subo rápidamente las escaleras y pienso un tema de conversación para sacarle a Dougie, aunque no se me ocurre nada.


¡Buenos días! - exclamo.

¿Ya se han ido?

Sí...pensaba que irías con ellos.

No. Ya sabes, la familia feliz tiene que hacer su perfecta comida, que vaya yo no tiene sentido.


Lo afirma tan convencido mientras mira por la ventana que por un momento pienso que va a girarse enfurruñado y me va a dar dos bofetadas; pero lo único que hace es girarse y regalarme una triste sonrisa para después sentarse en su cama.


Y...bueno, ¿te apetece hacer algo en especial?

No tienes que hacerlo. - responde – No tienes por qué pasar tiempo con un loco si no quieres.

Esto lo hago porque quiero, nadie me obliga. Y deja de decir que estás loco.


Creo que he sonado demasiado borde, pero este chico es la persona más derrotista que he conocido nunca. En parte creo que es culpa de sus padres, no parece que le hayan dicho cosas buenas muy a menudo...supongo que es lógico que se machaque de esa forma.


Hemos pasado tres horas en su habitación; él con su maldito cuaderno y yo mirando a la nada. Pensaba que me hablaría de sus paranoias, de lo que escuchaba, de algo...pero ni si quiera se limita a mirarme.


Es hora de comer...¿bajamos? - asiente – Genial...


No sé si la sopa está buena, mala, fría o caliente, pero Dougie se la está comiendo como si hiciera días que no prueba bocado. Yo he preferido no probarla, no me apetece comer nada tan temprano.


Eso de comer era una excusa, ¿verdad? - me dice – Siento no darte conversación, pero...

Bah, no importa. ¿Sabes? Pareces más joven de lo que eres.

Ya, parece que tengo quince años, todos me lo decían.


Al parecer la he cagado, porque sus ojos se tornan de un color más oscuro y parece que tiene ganas de llorar. No pretendía hacerle daño, ni si quiera le he dicho nada malo...


Eh, no te lo tomes a mal. A mí me pareces muy guapo.

No te cachondees, por favor. - se sonroja.

¡Como si nadie te lo hubiera dicho nunca!


Y su mirada me lo confirma: nadie lo ha hecho. Nadie ha sido capaz de reconocerle que es adorable cuando se sonroja, ni que tiene ojos bonitos...nadie le ha dicho que es guapo.


Siempre hay una primera vez. - respondo – Y lo digo totalmente en serio.

Gracias, tú también lo eres. Aunque a ti sí que te lo habrán dicho.

Lo cierto es que no mucho. Quitando a mi madre, claro. - río – Para ella soy Miss Universo.


Sonríe levemente y eso hace que me sienta satisfecha, al menos he conseguido un intento de sonrisa.

Deja el plato vacío en su sitio y decido sentarme en el sofá, esperando que haga lo mismo y se siente al lado. Quizás tengamos más en común de lo que ambos pensamos...


No me creo que tu madre sea la única que te haya dicho guapa. - susurra al sentarse conmigo.

Es lo que hay. La gente puede ser muy cruel y superficial.

Y que lo digas... - asiente – Entonces...¿nunca has tenido novio?

Alguna tontería. De hecho, una vez me tiré al novio de mi hermana.

¡Golpe bajo!


Sonreímos sin muchas ganas y recuerdo aquel verano.

Pasé muchos años sola, viendo cómo mi hermana era la guapa y yo la lista o la rara. Sintiendo un pinchazo cada vez que alguien me llamaba gorda o fea, cada vez que se reían de mí. Supongo que tirarme a su novio fue una estúpida forma de vengarme.


¿Tú nunca has tenido novia? - me atreví a preguntar.

Sólo una, Sandy. Era la chica perfecta y me quería a mí...hasta que decidí sincerarme con ella y contarle lo de los fantasmas. Me mandó a la mierda, como hacen todos.

Sé que me conoces de hace unas horas, pero...si te sirve de algo, yo no voy a hacerlo. - le digo sincera – Yo veo unicornios, ¿por qué tú no vas a ver fantasmas?

Los unicornios molan.


Sonrío de forma exagerada y le obligo a enseñarme algo más que una media sonrisa. La cosa va avanzando y eso me gusta.

He llegado a la conclusión de que Dougie es un chico normal, sólo necesita que confíen en él...porque al parecer nunca lo han hecho.


Una simple y tonta respuesta puede hacer que dos personas se conecten para toda la vida.